Siempre se ha dicho que no hay nada como una buena base de conocimiento para poner en práctica todo lo adquirido, algo que sucede en cualquier ámbito, incluso en la pintura. Obviamente también podemos comprar pinturas al óleo o de cualquier otro estilo y ponernos a practicar sin parar, pero nunca aprenderemos las principales técnicas, por ello siempre es bueno contar con el conocimiento adecuado, aunque pensemos que en el mundo de lo abstracto vale cualquier cosa.
Aunque en este artículo no vamos a profundizar demasiado en la pintura abstracta, nunca está de más conocer un poco más sobre esta corriente pictórica de cuyo padre se dice que fue Kandinski, quien introdujo en muchas de sus creaciones este estilo que rompió con lo que se había visto hasta el momento en cuanto al mundo de la pintura.
En la pintura abstracta la realidad pasa a un segundo plano y desaparecen las figuras exactas y los objetos cotidianos, premiando sobre todo los colores y las formas, consiguiendo dejar atrás la realidad y proporcionándonos una versión diferente, con infinidad de formas y colores de la forma más variada.
Es una forma de plasmar lo que piensa el artista, independientemente de la imagen que éste tenga sobre lo que quiere representar en el lienzo, consiguiendo una amalgama de sentimientos y colores de lo más variado, siendo todo un torrente de libertad que busca mostrar infinidad de emociones y sentimientos diferentes, buscando intentar establecer una comunicación con el espectador, algo que no siempre ocurre porque no se admira lo suficiente.
Hay algunos sectores que tildan a esta corriente pictórica como de segunda categoría, aunque, afortunadamente, no son muchas personas las que piensan así, mientras que muchas otras elevan al arte abstracto a la misma categoría que cualquier otro estilo de pintura, encontrando en ella una gran belleza y exclusividad.